El acebo y el mindfulness

La semana pasada hice un retiro de Mindfulness en Zaragoza, de una jornada, en silencio y con el apoyo de una persona que guiaba las practicas. Esta actividad formaba parte del Máster en Mindfulness de la Universidad de Zaragoza y en ella, se repasaron la mayor parte de los ejercicios propios de la Atención Plena.

El Body Scan  se hizo cuando ya llevábamos unas horas de silencio, y la persona que dirigía el retiro lo comenzó con sumo reposo y tranquilidad. Puedo recordar, y no con desagrado, que del tobillo a la rodilla pudieron pasar más de cinco minutos.

Una semana después salí al campo, había nevado y hacía frío, pasé por delante de un arbusto, un acebo, miré una de sus ramas con los frutillos rojos, hojas alrededor y unos copos de nieve espolvoreados por encima. Recuerdo que pensé ¡que chulo! Pero sin intención de detenerme, el cuerpo y la mente estaban proyectados hacia el camino.

Y entonces, me detuve…”si es tan chulo ¿Por qué no te detienes?”. Ahí me quedé unos cuantos minutos. Pude ver unas hojas verde intenso, duras, resistentes, con unos pinchos de aúpa, con heridas en su superficie de alguna larva u hongo; unos frutos rojos intensos que aguantaban las heladas sin congelarse y la nieve por encima en paracebo-arañate convertida en hielo por la bajas temperaturas de la noche anterior. También había un nidito de una araña (lo podéis ver en la foto) que por el frío yo creo que ni se movió por mucho que me acerqué. Ahí estuvimos los dos, bueno los tres por un buen rato. En realidad estoy seguro que estábamos muchos más. Los pájaros, el viento, los que estáis leyendo esto ahora…..

Pasado un tiempo pensé, he estado a punto de no detenerme y la semana pasada en el body scan estuve diez minutos mirándome el ombligo, ¡casi literal! …..y tomando conciencia de mis sensaciones, mis emociones, mis pensamientos.

¿No hay muchos “mis”?, ¿no será mindfulness un poco antropocéntrico?, ó ¿es que tiene que serlo por esa faceta terapéutica que le hace enfocarse predominantemente en la persona?, ¿deberíamos enclavar al ser humano como un elemento más como lo es el acebo, la araña friolera, el viento y este instante en el que yo escribo y tú lees?

Ojalá que en el próximo retiro, la persona que lo dirigió con tanta sensibilidad, se tope con mi acebo y compañía.

Fernando de Frutos

La nieve y el silencio

Llegó la nieve a las tierras del norte, en las montañas ha cambiado el paisaje, ahora  el contorno está dibujado por un trazo grueso de color blanco, que todo lo embellece.

Esta mañana cuando me cruzaba con los vecinos todo el mundo estaba feliz, siempre es así, no hay nada como la emoción de despertarte, mirar por la ventana y descubrir la primera gran nevada del invierno.

Y nos hemos ido a pasear, despacito y atentos a las sensaciones; el aire frío se siente intenso cuando entra por la nariz, la cara y las orejas se sonrojan, los pies se hunden en la nieve y esta cruje recibiéndolos suavemente, sacas el aire por la boca y ves el vaho, es invierno y es imposible no sentirse un poco más vivo.PinarNieve

Paramos un momento y atendemos a los sonidos; y pasan los segundos y nos llega, desde el pinar, el suave golpeteo de un pájaro carpintero ,  nada más, durante un rato no llegan sonidos, es entonces cuando percibes el “silencio de la nieve”. ¿Por qué ese silencio? Los copos de nieve cuando caen atrapan partículas de aire que facilitan la propagación del sonido, haciéndolo menos sonoro. Cuando los copos se van juntado dejan huecos que absorben las ondas sonoras. Así, se forma una “manta” que amortigua y atrapa los sonidos.

Es una experiencia interesante, pasear por la nieve, parar y escuchar, entonces en el “silencio de la nieve” te escuchas; mi respiración, el latido del corazón llevando sangre a mis músculos y bombeando fuerte para darme calor, y… claro, ahí están mis pensamientos; el silencio es una gran oportunidad para oír lo que tienes que decirte, para estar contigo, escucharte con amabilidad y aceptar lo que ocurre.

                                                                                                    Elisa Andrés

Flores de Invierno

EléboroFétidoLlega el invierno y, en estas latitudes, la gran mayoría de las plantas han terminado su ciclo reproductivo por lo que este es un período de letargo. Ya sea en forma de semilla o en forma de bulbo o raíz bajo la tierra, esperan. Esperan a que las condiciones cambien, a que los días sean más largos y las temperaturas más altas para entonces,  renacer y florecer..

Pero no todas las plantas siguen esa regla, algunas se la saltan, como la de la fotografía. Es un Eléboro, una planta que rompe el color apagado de los bosques en invierno con sus hojas grandes y divididas y con esas flores verdes.

Mientras caminaba y la fotografiaba pensaba en las palabras de Ausiàs Cebolla, profesor en el último Seminario del Máster de Mindfulness el viernes pasado, una clase apasionante y en la que entre otras muchas cosas, hablamos de dos conceptos; letargo y florecimiento, aplicados a personas. Y pensé, ¡como las plantas!, ¿estaré en este momento de mi vida en letargo o en periodo de florecimiento? Quizá encuentre la respuesta en las flores de invierno… y tú, ¿te lo has preguntado?.

Elisa Andrés