Durante la primavera trabajamos en la conservación de la orquídea Zapatito de Dama, una planta preciosa, muy rara y protegida que recibe muchas visitas de personas aficionadas a la botánica, fotógrafos de naturaleza o personas amantes de las orquídeas. Hoy ha venido a verlas Oriette, ha llegado con paso lento pero firme, apoyada en dos bastones y con una gran sonrisa me ha dicho en español: “Buenos días señora, ¿se pueden visitar las flores?. Nos hemos acercado a verlas y a cada paso mostraba su entusiasmo por lo bonitas que estaban, por el cielo tan azul que había esta mañana, mientras charlábamos el viento soplaba fuerte y movía los árboles, entonces me ha enseñado algo precioso: “Si escuchas atenta puedes oír el canto de los árboles; el viento al moverlos suena diferente al pasar entre las hojas de una haya que entre las agujas del pino o entre las grandes hojas de un fresno” Y así hemos estado un rato, escuchando el canto de los árboles, compartiendo un hermoso momento con una persona que acababa de conocer y era como si siempre hubiésemos estado juntas, se había producido ese momento de conexión entre dos seres humanos.
Después me ha contado que tiene 90 años, que ha venido sola conduciendo desde Toulousse para ver las orquídeas y pasar un día en España, me ha confesado que le encanta venir aquí, donde la gente es amable y la naturaleza espléndida.
Así que en recuerdo de esta visita tan inspiradora he pensado que hoy iba a hacer mi práctica de meditación mindfulness en los árboles. Me he sentado y he focalizado mi atención en observar como el viento mecía las hojas, como algunos se inclinan y no ofrecen resistencia al viento y como otros permanecen erguidos, fuertes. A los pocos minutos de atención constante en la contemplación del bosque se van revelando todos los detalles y ya no es un bosque uniforme, puedo ver las diferentes siluetas de las hojas: de los abedules, pequeñas y dentadas, del haya planas de un color verde fosforito, las del mostajo, arrugadas y blancas por debajo. Y respiro, y con la inspiración me viene un pensamiento de gratitud hacia Oriette que hoy me ha dado una lección de entusiasmo por la vida y me ha hecho un regalo precioso: siempre que quiera podré escuchar cantar a los árboles.