Música para un atardecer

Cuando éramos niños, mis hermanos y yo pasábamos las vacaciones en una casita metida en plena naturaleza que mi abuela tenía en la montaña, entonces las tardes de verano olían a resina y sabían a melocotón, la banda sonora la formaban las chicharras y nuestras rodillas siempre tenían alguna herida.

Cada tarde nos juntábamos todos los niños y adultos del lugar y dábamos un paseo hasta un lugar elevado para mirar el atardecer. Y, cada día, ese momento era distinto. Nos sentábamos a esperar como bajaba el sol, unos días había nubes que se ponían rojas, o naranjas, otros días era el sol el que se agrandaba y enrojecía, y en ocasiones el cielo se teñía de rosa, esos días eran cálidos y aún cuando el sol se había ocultado, los grillos aún seguían un rato cantando.

No recuerdo si fue a Engracia o a mi hermano Luis, pero a alguien se le ocurrió que mientras mirábamos al paisaje, podíamos poner música a los atardeceres. Fue uno de los mejores regalos que nadie me ha hecho nunca, esa relación entre música y naturaleza es una de las fuentes de mi felicidad cotidiana.

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Hoy estoy mirando por la ventana y veo montañas, otras montañas, ya soy adulta pero sigo poniendo música a los atardeceres. Para hoy elijo esta Suite creada para ser tocada con un violonchelo, este trocito de música cuyas primeras notas parecen tocadas para esta tarde de julio que también sabe a melocotón.

 

                                                                      Elisa Andrés Gil

 

Mirar como si fuese la primera vez

En la práctica de mindfulness se ejercita una actitud fundamental que llamamos “Mirada de principiante”. Javier García Campayo y Marcelo de Marzo en su libro Mindfulness, Curiosidad y Aceptación la definen así:

“Tendríamos que poder experimentar cada nueva situación o relación interpersonal como si fuese la primera vez que la vivimos, libre del recuerdo de nuestros estereotipos y prejucios, consecuencia de nuestras experiencias previas, que nos impiden ver la realidad tal cual es. Así, cada práctica de mindfulness es, en verdad, una nueva experiencia, y hay que estar abierto y con curiosidad ante todo.”

¿Y si fuésemos capaces de trasladar esa actitud a nuestra vida cotidiana? ¿Cómo será vivir mirando el mundo como si fuese la primera vez? Suena difícil, quizá un poco ingenuo, como suenan casi todas las cosas sencillas que quien sabe porque, un día dejamos de hacer.

Así que me he propuesto ponerlo en práctica y he descubierto que si pones intención y actitud, es posible y el resultado es…, mejor dejo que cada uno de vosotros y vosotras pongáis la palabra que lo defina cuando lo experimentéis.

Os contaré que una mirada atenta ycopoClara nueva al mundo que me rodea me proporciona la misma emoción de las primeras veces. Hace un par de días nevó y nos dedicamos a mirar cada copo de nieve en atención plena; mirados en detalle son hermosos y perfectos y tan efímeros… Uno de ellos cayó sobre mi cabello y pudimos fotografiarlo. Me preguntaba cómo una partícula de polvo capturada por una gota de agua y sometida a bajas temperaturas, ¡tachán! se convierte en esta maravilla; no, no es magia, es la vida en acción. La foto es de Clara Pérez Urieta, que capta con su mirada atenta preciosos momentos de la naturaleza en sus fotos.

Cada día intento mirar el pueblo donde vivo con la mirada del viajero que descubre un lugar por primera vez, dedicando toda mi atención a mirar cada detalle de sus casas, sus calles y plazas descubriendo significados nuevos a historias antiguas.

Y en las relaciones personales se trata de una actividad muy intensa que te conecta con lo más profundo del otro. Una práctica de mirar durante 3 minutos al otro en silencio, en la que, pasados los primeros segundos de desconcierto y una vez te relajas, entras en contacto con el otro, con su esencia y con todo los que nos une solo por el hecho de ser dos personas. Muy recomendable para hacerlo en pareja.

Os dejo esta tira del maestro Liniers, en la que resume lo que quiero transmitir, que en definitiva se trata de practicar la capacidad de mirar como si fuese la primera vez.

Elisa Andrés Gil

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Círculo de Otoño

Voy paseando y no puedo evitar mirar todo el tiempo al suelo, el sendero está cubierto de hojas de todos los colores, hojas rojas, amarillas, verdes. Las hay redondas, alargadas, en forma de corazón… Observo que hay hojas del álamo temblón de diferentes colores, y recuerdo que eso es así porque en el proceso de caída del árbol, pasan por diferentes estados.  Conforme los días comienzan a ser más cortos, la disminución de horas de luz provoca que la producción de pigmentos en las hojas disminuya. Por ejemplo, la clorofila que es la responsable de dar el color verde a las hojas, en cuanto empieza a acortar el día se descompone y las hojas comienzan su proceso de “decoloración”.

En el vídeo hemos grabado el paso del verde al rojo en las hojas de la tremoleta, que es como llamamos en las montañas al Álamo Temblón, un árbol de la misma familia que los chopos que crece junto a ríos y zonas con humedad. El nombre viene de temblar, ya que el “rabito” que une a las hojas con la rama es muy largo y cuando es movido por el viento parece que todo el árbol tiembla.

Ha sido una actividad muy entretenida que podéis hacer solos o también con vuestros hijos, seguro que les encanta. ¿Te animas y compartes con nosotros tu Círculo de Otoño?.

Meditar caminando… en la ciudad

Acabo de llegar a la ciudad, después de un viaje de dos horas desde el pueblecito en el que vivo, hemos venido a hacer compras, tareas administrativas, familia, etc. Entre una tarea y otra me queda un buen rato, así que no voy a hacer nada o mejor dicho “voy a la calle” pero sin objetivos, sin destino, sin escaparates, sin cafeterías, sin apurarme en los semáforos y desde luego sin móvil.IMG_8912

No quiero que pase mi tiempo sin enterarme, que sea un tiempo de espera, como me pasa tantas veces, o un tiempo en el que aprovecho para meter cosas en la cabeza e ir pensando, como una forma de entretenerme entre las múltiples cosas que hoy me he impuesto “hacer”.

Quiero estar conmigo y con la gente, entre los míos. Mirar a las personas. Solo eso, mirar a los ojos y que alguien te devuelva la mirada. Consciente de mí paso, ralentizado al máximo, y focalizado en los que tengo enfrente.

Estoy seguro que todos y todas hemos hecho esto alguna vez, quizá involuntariamente, las más de las veces sin que sea un acto volitivo, no sé si la sensación de paz, tranquilidad y de intemporalidad es la misma.

Pero de lo que sí estoy seguro es que esto nos pasa con más frecuencia a las personas que vivimos en lugares pequeños, con poca gente, en fin de pueblo, quizá por el deseo de que alguien nos mire y salude, como hago yo todas las mañanas con mis vecinas ¡ y Dios me libre de no hacerlo!

Para terminar, decir que esta práctica no podría hacerla sin antes detenerme físicamente y mentalmente, caminando despacio, derecho, siendo consciente de mis pasos y postura, la cabeza levantada y si es posible con un esbozo de sonrisa. Es muy posible que al poco me haya serenado, mi mente sin pensamientos y mi cuerpo diferente como descansado a pesar del ejercicio físico.

Subrayo estas palabras y me sirven de referencia porque son las que utiliza Thich Nhat Hanh para hablar sobre la plenitud de la vida y la práctica de la meditación caminando a la que era tan aficionado.

¡Nos vemos….en la calle!

Fernando de Frutos

Corto y en silencio

Mindfulness en la vida diaria “Corto y en silencio”

Me contaba un amigo que cuando su padre iba a la peluquería, el peluquero le preguntaba ¿Cómo quiere que se lo corte? A lo que le respondía: “corto y en silencio”.

Lo que ya no me contó es como utilizaba ese silencio, ¿para que no le molestasen con banalidades? ¿Para pensar en sus cosas? ¿O para no hacer nada? Simplemente dejar que le cortasen el pelo.

Esto es lo que me pasó hace pocos días. Yo solo dije, “corto”, por miedo a que me dieran un gorrazo, pero disfruté plenamente de mi corte de pelo.

Fui pasando de un sillón a otro y modificando mi postura según me indicaban, pero atento a ese “body scan externo” que me estaban haciendo. Con los ojos cerrados, claro, ¡para sorpresa de la peluquera!

Pude descubrir varias cosas: lo primero, mi comodidad dejando que pasase lo que quisiera; también el interés de Beatriz por hacer su trabajo, la velocidad y certeza de sus manos, incluso en qué lado se sentía más cómoda y sus tijeras volaban; mis sensaciones en la cabeza y como se irradiaban, mi indiferencia por ese hilillo de agua que se escapaba por el cuello o por algún pelo cortado sobre la cara que curiosamente no me hizo cosquillas.

Cuando todo terminó me despedí un poco escueto y me fui a dar un paseo. Había hecho una práctica informal de Mindfulness nueva y quería pensar sobre ello.

Lo primero que pensé es en la importancia de las practicas informales de mindfulness y eso me llevó a este pensamiento: ¿Cómo Kabat Zinn no la había incluido en su programa de ocho semanas?.

Y en otro momento también pensé que le tendría que lavar el pelo a Elisa, como se lo hacía Robert Rerford a Meryl Streep en Memorias de África….

 Fernando de Frutos

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